Alrededor del 77 por ciento de los niños de 12 a 15 años de edad navegan de seis a ocho horas diarias en promedio y utilizan aplicaciones para socializar, ver videos, hacer búsquedas y jugar en línea, pero 22 por ciento admite haber tenido una situación que les incomodó y 53 por ciento señala que en sus redes sociales les siguen personas que no conocen.
Ante esta situación, la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (Sipinna), hizo un llamado a que en la Ley Federal de Ciberseguridad (que se encuentra como iniciativa en la Cámara de Diputados) se incluya un capítulo que considere las opiniones y sugerencias de los adolescentes.
“Este grupo etario enfrenta riesgos y requiere protección específica, debido a su estado de desarrollo y etapa evolutiva particulares”, alertó la directora de Difusión, Información e Interlocución de dicha secretaría del Sipinna nacional, Yoloxóchitl Casas Chousal, al señalar que los sondeos que arrojan los datos antes mencionados son importantes para enfocar políticas públicas y acciones que garanticen el acceso a la navegación segura en internet y a vivir libres de violencias.
Señaló que el Poder Legislativo que analice cualquier iniciativa de Ley sobre Ciberseguridad debe tomar en cuenta las opiniones de adolescentes, considerando que su visión enriquece las discusiones y se tiene la oportunidad de intercambiar experiencias sobre el tema.
Explicó que no es conveniente que niñas, niños y adolescentes queden en la invisibilidad, pues ”las violencias en el ecosistema digital son duraderas, profundas y dañinas, además de que puede desembocar en delitos que se gestan o culminan en el mundo virtual”.
Por ello, reiteró la importancia de convocar y abrir espacios pertinentes para que este grupo de la población participe, se les escuche, vivan su vida en paz y naveguen con seguridad.
Señaló que del sondeo más reciente que hizo Sipinna se desprende que los horarios favoritos son por la tarde (76 por ciento) y antes de dormir (42 por ciento), tiempo en el que no hay personas adultas que les acompañen, factor que les puede colocar en una situación de riesgo, sobre todo, porque la mayoría no sabe cómo pedir ayuda; sólo 6 por ciento acudió a su familia, un porcentaje menor confió en amistades o en personal docente y casi no sabían de los servicios de emergencia telefónica 911 o del 088.