Este viernes falleció a los 93 años un ícono de la cultura epañola, quien entendía el arte como “una actividad humana, no divina”
Agustín Ibarrola, fallecido este viernes a los 93 años, ha sido un referente clave del arte vasco y español en la segunda mitad del siglo XX pero también del compromiso democrático ante la dictadura franquista y el terrorismo de ETA. El artista vizcaíno siempre aunó durante toda su carrera el compromiso artístico y político, como reflejan su etapa de pinturas sobre la lucha obrera o la final con numerosas esculturas dedicadas a las víctimas del terrorismo.
Esa “doble militancia” artística y política le llevó, por ejemplo, a realizar los logotipos de organizaciones en las que estuvo implicado, como el de Comisiones Obreras y el del Foro de Ermua. “Estuvo muy comprometido con su tiempo, vivió en un momento muy intenso, y con la gente; política, social y humanamente; y profundamente comprometido con el arte, que para él era una actividad humana, no divina”, y siempre tenía un componente humano, ha declarado hoy su hijo, José Ibarrola.
Agustín Ibarrola (Basauri 1930-Galdakao 2023) destacó muy joven con sus paisajes rurales coloristas y a los 18 años ya había tenido una exposición individual en Bilbao, recibido una beca para formarse en Madrid y entablado relación con una de sus grandes influencias, el escultor guipuzcoano Jorge Oteiza. En 1955 se trasladó a París y poco después fundo el grupo ‘Equipo 57′ con Ángel y José Duarte y Juan Cuenca.
Comenzó entonces una etapa de pintura “social” muy vinculada a las luchas obreras en Bizkaia en el franquismo, con cuadros sobre las fábricas, las manifestaciones y la represión. Las alargadas figuras humanas, normalmente representando a los obreros, que creó en este periodo han quedado como una de las principales “marcas” de Ibarrola, tanto en pintura como en escultura, como la txapela y el bigote lo son de su persona.
En esa época, Ibarrola ya militaba en el PCE y fue encarcelado en dos ocasiones, entre 1962 y 1965 y de nuevo entre 1967 y 1973, lo que no le impidió seguir creando, incluso en la cárcel, y exponiendo en el extranjero. Además, en 1975 un grupo de extrema derecha quemó el caserío-estudio que tenía entonces.
Culminada la Transición, en los años 80 comenzó una etapa artística centrada en las intervenciones en la naturaleza, llenas de color, cuya gran referencia es el Bosque de Oma, junto a su caserío en Kortezubi, donde pintó unos 500 pinos entre 1983 y 1991. Esta obra en la naturaleza, al igual que otras de sus esculturas en vías públicas, sufrió diversos ataques, también hubo pintadas amenazantes en el caserío, de la izquierda abertzale radical e incluso uno de los dueños del pinar taló varios árboles.
Hace menos de un mes fue reabierto al público después de una profunda restauración (con traslado incluido) debido a que muchos de los pintos pintados estaban enfermos por la plaga de la banda marrón que afectó a las coníferas del Cantábrico. Otra de sus intervenciones en la naturaleza fueron Los cubos de la memoria de la escollera del puerto Llanes (Asturias), las pinturas en un conjunto de rocas en un monte de Gautegiz Arteaga (Bizkaia), el Bosque de olmos junto al Puente Romano de Salamanca, en Muñogalindo (Ávila) y en el bosque de O Rexo (Ourense).
En este periodo, el último creativo antes de retirarse debido a la enfermedad que le ha afectado desde hace años, también se dedicó a la escultura, con piezas de traviesas de tren y con obras de gran tamaño de hierro para ser instaladas en espacios públicos y en más de un caso dedicadas a las víctimas del terrorismo.
Al pintor vizcaíno se le han dedicado exposiciones antológicas en Madrid (individual y luego otra del Equipo 57) y en su localidad natal, Basauri, y en las últimas décadas ha recibido numerosos homenajes y reconocimientos, tanto artísticos como políticos.
En 2021, el Museo Bellas Artes de Bilbao compró su Guernica, una versión que realizó en 1977 de la obra de Picasso para pedir su traslado, que presentó con una exposición en torno a este cuadro de gran tamaño. Agustín Ibarrola también es el creador de logotipos, desde finales de los años 50 se dedicó también al grabado, de diversas organizaciones con las que ha estado comprometido, como el sindicato Comisiones Obreras, el Foro de Ermua o el colectivo de víctimas vascas del terrorismo Covite.
En el aspecto político, militó desde la clandestinidad en el PCE, fue candidato por Bizkaia en las elecciones constituyentes de 1977, y después se integró en Euskadiko Ezkerra junto a un importante sector del PCE-EPK. Tras ser parte del grupo de los fundadores del Foro Ermua y Basta Ya, siguió a Rosa Díez y a otros muchos miembros de estos dos colectivos en la creación del partido UPyD.