Nos habla del conflicto entre Rusia y Ucrania, de la próxima edición del espectáculo Despertares y de su formación en las artes marciales.
Cuando uno está frente a él, aunque sean solo 15 minutos, entiende por qué ha llegado tan lejos a sus 32 años, que cumple el próximo 30 de abril, Día del Niño: Isaac Hernández es su propia religión, con raíces bien sembradas en el pasado, la tradición, la familia; con un presente perpetuo que se eleva al cielo, quizás buscando devenir otro Cuervo Blanco (como llamaban a Rudolf Nureyev), pero siempre con la mirada y la cabeza en el futuro.
Aficionado al golf por incitación de Lorena Ochoa; educado en casa tanto formal como artísticamente; entrenado en las artes marciales; con interés en la Historia, en especial fascinado por Winston Churchill, que también disfrutaba el ballet y cuya hija Sarah se convirtió en bailarina; lector de Ernest Hemingway y Gabriel García Márquez; admirador de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong, el tapatío se consagró en 2018 como el primer mexicano que se subió al Olimpo, al recibir en el teatro Bolshoi, en Moscú, el máximo reconocimiento al que se puede aspirar en su cosmos: el premio Benois de la Danse.
Recibe a periodistas con unas galletas en forma de zapatillas de ballet, en una suite de hotel cercano al Auditorio Nacional, donde la víspera de la entrevista anunció la reanudación de su espectáculo de danza Despertares, que encabezará en su novena edición en ese escenario para el sábado 6 de agosto, que incluirá a tres estrellas rusas del ballet: Natalia Osipova, Maria Alexandrova y Vladislav Lantratov; además de su pareja Tamara Rojo, su hermano Esteban Hernández, James Streeter, Jurgita Dronina, Michaela DePrince, Gabriele Frola, Sae Eun Park, Emily Suzuki, Jason Kittelberger y Brooklyn Mack.
Luce cansado, respondió de todo en la rueda de prensa, incluso sobre su hijo Mateo, que nació en 2021 en medio de la pandemia, fruto de su relación con Rojo, directora artística del English National Ballet y ahora del San Francisco Ballet, adonde él también se mudará en junio próximo con el deseo de tener más presencia en los escenarios mexicanos y reforzar vínculos con los migrantes.
A diferencia de lo que decía Mijaíl Baryshnikov respecto a que los artistas no deben casarse ni tener hijos porque el arte es una experiencia egoísta, Isaac Hernández, que junto con sus padres, Héctor y Laura, y sus hermanos, Esteban y Emilia, ha hecho del ballet un asunto de familia, habla con pasión de su paternidad, que lo ha cambiado mucho, y a su bebé lo ha rodeado de arte y de música, “cosas que nos inspiran y nos enseñan una versión de la vida que nos motiva a vivir”.
Incluso admitió que “le movieron el tapete” sus “aventuras” en las pantallas chica y grande, con su participación en la serie Alguien tiene que morir (2020), de Manolo Caro, y en la película El rey de todo el mundo (2021), de uno de los cineastas españoles más importantes de la historia, Carlos Saura. Sin embargo, aclara que también le obligaron a dar prioridad a la danza, por encima de la actuación que le permitió llevar al ballet a plataformas como Netflix y “poner al bailarín en un lugar de la sociedad”. Solo en sus clases por internet durante la pandemia llegó a tener un público de 4 millones de personas.
“Sí he considerado entrar a la actuación, he recibido un par de invitaciones que han sido difíciles de declinar porque es ahora cuando puedo ejercer mi profesión como bailarín en su máxima expresión.
Tenemos una carrera corta, si tengo suerte y las cosas salen bien, me quedan seis años de buen ballet en el escenario y quiero aprovecharlos, dedicar estos años a bailar repertorio que me emociona, que me apasiona físicamente, estoy en un muy buen momento, artísticamente he cambiado en los últimos años y quiero disfrutar esto”, expuso el también incansable promotor de las industrias creativas en México, que dijo sentirse muy afortunado de haber tenido en la danza un refugio durante dos años de pandemia. Vestido con ropa para ensayos y con el bosque y el Castillo de Chapultepec como escenografía a sus espaldas, responde cortés, pero frío, a preguntas sobre los obstáculos que ha enfrentado Despertares durante una década. Pero se relaja y suelta carcajadas como adolescente cuando habla sobre temas personales, incluso con la pregunta de si ha pensado en renunciar a la danza que le plantea la bailarina y maestra de ballet Ana Laura Santana, que apoya en la entrevista a este reportero.
—Cuando arrancó Despertares en 2011, planteó que su objetivo era cambiar la recepción y percepción del ballet y de la danza en México. ¿Cómo ha sido eso tangible eso para usted?
Lo podemos ver de una manera muy objetiva: el comportamiento del público y la recepción que hemos tenido en las últimas ediciones de Despertares han sido espectaculares. El respaldo que hemos sentido del público y de la prensa para hacer llegar esta versión del ballet clásico que me interesaba que se conociera en México, que es la versión del ballet en su máxima potencia, ha sido extraordinario. Algo muy importante ha sucedido en nuestro país, cuando tuvimos las audiciones para el English National Ballet recibimos cientos de aplicaciones, con las del San Francisco Ballet llegaron 300 para las becas de ballet. En los últimos meses estuve en Guadalajara, donde mi papá (Héctor Hernández) tiene cinco escuelas de ballet gratuitas, están completamente llenas, con unos 200 alumnos. Cada vez hay más jóvenes que están dedicando su vida a esto y que están teniendo oportunidades de seguir desarrollando sus carreras en el extranjero, con compañías de todo el mundo. Me llena de orgullo saber que Despertares ha encontrado un lugar en la agenda cultural del país y en los corazones del público.
—Usted practicaba artes marciales. ¿De qué manera eso le sirvió a para el ballet? ¿Y qué le quitó el ballet a las artes marciales?
El ballet, al final, me quitó las artes marciales, ja. Pero fue algo que se complementaba muy bien: la coordinación, las dinámicas, la flexibilidad, la disciplina son muy similares. El ballet me ayudó a ser un poco más preciso en la manera en la que yo procesaba las mecánicas de mi cuerpo, que requería de un poco más de precisión, sobre todo por el tema estético y artístico que conlleva esta disciplina. Pero las artes marciales me dieron una disciplina muy enfocada en el dominio de la mente y de las emociones, y eso es algo muy importante. Muchas veces, cuando van los niños a clases de karate, no consideran la importancia de esas enseñanzas para el resto de su vida, y para mí fueron muy importantes, me enseñaban la responsabilidad que implicaba saber artes marciales, que no te daban el derecho de pelear, ni que tu trabajo era pelear ahora y resolver todos los problemas con violencia. Todas estas conversaciones que mi maestro tenía de niño conmigo se fueron traspasando a mi vida personal.
—¿Nunca se peleó?
No, físicamente nunca me peleé. Hacía competencias de artes marciales y me gustaba mucho el proceso, lo que sucede cuando estás en combate con una persona, hay cierta psicología que te lleva a un instinto muy animal, me gustaba mucho esa experiencia dentro de la competencia, pero siempre fui una persona muy razonable, que traté de utilizar estas herramientas para conocerme mejor y para llevarme a un lugar donde sentía que tenía control sobre mis emociones. Y eso fue fundamental de las artes marciales.
—Más allá de lo obvio, un artista de su nivel, premio Benois de la Danse 2018, ¿con qué baila?
En este punto se baila con lo que consideramos “el corazón”. Una vez que el cuerpo está entrenado, una vez que piensas objetivamente en la cantidad de veces que has repetido un paso, una variación, se dejan de ejecutar y se empiezan a bailar. Y cuando bailas requieres de una cierta conexión emocional y de un entendimiento emocional de la música, del espacio, del momento, de las circunstancias. Y cuando no sucede eso en el escenario, quedas completamente vacío, es como si no hubieras entrado al escenario. Siempre es muy importante para mí enfocar la motivación del movimiento y la intención del movimiento, que siempre venga de algo emocional.
—Mencionaba que durante la pandemia se ejercitó horas en su casa y que incluso mejoró mucho su técnica. Rudolf Nureyev, el Cuervo Blanco, decía que uno echa mano de la técnica cuando se acaba la inspiración. ¿Cómo evitar que la técnica se coma la inspiración, o a ese “corazón”?
Creo que es difícil ahora en la vida de un bailarín, con la agenda que tenemos, con la cantidad de funciones que tenemos al año, enfocarse solamente en la técnica; es muy rara la ocasión cuando tienes tres meses para volver a entrenar solamente, y cuando vuelves a entrenar después de haber vivido estas experiencias artísticas, el entrenamiento es otro y se convierte en algo más específico, como cuando vas a reparar algo específico. Yo tenía la intención de mejorar la flexibilidad, de trabajar un poco en el control de mis caídas de los saltos, en trabajar en la batería, que es el movimiento más dinámico de los saltos, entonces me dediqué solamente a actualizar, como a actualizar una computadora en esas áreas de mi cuerpo y de mi técnica, para después volver al escenario y contar con que eso iba a estar ahí. Y regresé al escenario con mayor facilidad técnica y también una apertura a las posibilidades y a la libertad que el escenario te da que no había completado hasta entonces.
—Usted recibió en Rusia el máximo reconocimiento al que aspira un bailarín, el Benois de la Danse. ¿Qué siente con toda esta situación de la guerra, de la invasión de Rusia a Ucrania, que dos mexicanos, Isaac Hernández y Elisa Carrillo, estén entre los últimos que lo recibieron, en 2018 y 2019? En esas categorías, quizás los últimos se dieron en junio de 2021 al catalán Jesús Carmona, a la rusa Ekaterina Krysanova y a la francesa Amandine Albisson ¿Qué pasará ahora?
Es una situación muy triste, porque mi generación de bailarines no vamos a poder volver a bailar en Rusia como van las cosas y como se está desarrollando la situación. Me siento afortunado de haber tenido la oportunidad de haber estado en el Bolshoi, en Moscú, en el Mariinsky, en San Petersburgo, de haber convivido con estos bailarines, muchos de ellos son amigos muy cercanos míos. Me parece una pena que se haya arrastrado de esta manera a tantos artistas, entiendo que la cultura se puede politizar de una manera muy directa, pero hemos visto una reacción muy generalizada que me parece injusta. Debemos cuidar estos beneficios que nos ofrece el arte porque nos da esperanza a futuro, de que, una vez que el conflicto pase, podremos recordar que tenemos una conexión, que tenemos una humanidad que compartimos todos y que el arte es ese puente que que nos permite hablar un mismo lenguaje.
—¿Alguna vez pensó en renunciar a la danza y por qué?
Te iba a decir que todo el tiempo, ja, ja, ja. Es una pregunta difícil, porque pasas por diferentes periodos de la vida. A veces en la adolescencia, la misma adolescencia te incita a buscar un cambio, las frustraciones, las limitaciones a las que te enfrentas todos los días pueden ser muy desgastantes. El sentirte atorado en tu desarrollo puede ser también una causa, una razón para querer desistir. Pero es muy importante en esos momentos verlo de la manera más objetiva, cómo es un privilegio poder pasar tiempo conociéndote, conociendo tu cuerpo, desarrollando tus habilidades y haciendo algo que tiene el potencial de cambiar tu vida. Creo que los artistas, y los bailarines en particular, que no se cuestionan por qué hacen el ballet, por qué son bailarines, terminan convirtiéndose en burócratas del ballet. Es importante seguir cuestionándose por qué sigues bailando ballet y por qué quieres bailar ballet.
—¿Y qué lo enfureció tanto que decidió en 2019 poner fin a Despertares?
Por fortuna recapacitó. No estaba molesto. Estaba muy frustrado con la realidad de los apoyos, las estructuras y las herramientas que hay para construir este tipo de proyectos. Como están las cosas, es un milagro que un proyecto como Despertares exista y sea una realidad en nuestro país. Que se requiera de un milagro para que esto sea posible me parece inaudito cuando se debería estar creando facilidades y oportunidades para que cada vez haya más personas dedicadas a la producción de eventos culturales, para que cada vez se puedan encontrar modelos más sustentables. A mí me ha tomado diez años encontrar la manera de que sea sustentable, y en parte ha sido por falta de herramientas y estructuras legales para consolidarlo. Entonces, en aquel momento, después de muchísimos meses de pláticas y negociaciones, me había dado cuenta que las cosas no iban a cambiar, que estaban muy enfocadas y muy encaminadas en una dirección que íbamos a ir hacia atrás. Iba a ser imposible construir a futuro un proyecto a largo plazo, por lo tanto tomé este descanso. Luego viene la pandemia, y entiendo que es un proyecto que merece tener un lugar en la vida cultural de un país, debemos sentirnos muy orgullosos de que un espectáculo como éste es posible en México y es posible únicamente y exclusivamente por el apoyo y el cariño que el público tiene a este espectáculo, eso es un gran logro de Despertares.
—Se reunió con la secretaria de Cultura, Alejandra Fraustro. ¿Salió algo positivo de esa reunión?
Lo positivo de esta edición de Despertares es que hemos logrado que este espectáculo no requiera de ningún tipo de ayuda gubernamental, sobre todo porque no tenemos la plataforma de apoyo a industrias creativas, de los talleres que hacemos de acceso gratuito. Normalmente, trato que las oportunidades que creamos para los jóvenes con compañías que vengan a impulsar las industrias creativas puedan ser de responsabilidad compartida entre las instituciones gubernamentales y la iniciativa privada. Justo la reunión (del martes 12 de abril) con la secretaria era para que sea posible que la Royal Ballet School venga a México a hacer audiciones. Llevo seis años negociando esa posibilidad y finalmente convencí a la escuela de que venga a México a hacer audiciones gratuitas, de que busque talento mexicano al que dé oportunidad de ir a estudiar allá, y me hace falta el apoyo para hacerlo posible.
—¿Cuál fue la respuesta de la secretaría?
La secretaria estaba muy interesada. A mí me quedó claro que están pasando por una situación muy compleja en el país, donde tienen pocos recursos, donde hay otras prioridades, pero su interés porque esto se logre me pareció genuino. Y tenemos las próximas dos semanas para buscar esta alternativa, estamos viendo que la iniciativa privada nos pueda ayudar. Sabiendo que está esta posibilidad ahí para que estos jóvenes que han tenido tanto tiempo de inactividad, que muchos ya han perdido la esperanza, que no ven un futuro, darles esta oportunidad me parece más valioso que nunca, es una oportunidad que les va a motivar para prepararse, que les va a ofrecer cambiar su vida radicalmente y pertenecer a una de las instituciones más importantes del mundo. Creo que la secretaria Frausto entendió el mensaje y la importancia del mensaje y se comprometió a gestionar estos procesos para encontrar un apoyo que haga esto factible. Entonces, vamos a esperar a ver qué pasa en las siguientes semanas.
—Siempre me va a quedar la duda de por qué le gusta tanto Winston Churchill.
Bueno, a mí me gusta en particular porque fue muy valiente en su juventud, cuando fue reportero durante la guerra; fue una persona muy inteligente y nunca tuvo miedo de ser otras cosas. Me gusta la manera en la que vivió su juventud. Y más adelante, me gusta mucho cómo veía la educación y cómo veía la necesidad de que el sistema educativo cambiara porque sentía que estaba limitando el desarrollo de los jóvenes. Me llaman mucho la atención esas teorías que él tenía. Y después, porque obviamente es un personaje que tiene un montón de complejidades que hemos descalificado, pero me parece muy interesante que era el líder necesario en el momento necesario, en ese momento de la guerra. Y si no hubiera sido por Churchill, quién sabe qué hubiera pasado en Europa, y eso hay que reconocerlo.
—Y a Churchill, un político, un estadista, premio Nobel de Literatura en 1953, también le gustaba el ballet.
Y también le gustaba el ballet.