Ya está por llevarse a cabo el “Buen fin”, en el que podremos comprar productos y servicios a precios rebajados. Se estima que durante este evento se generarán 141 mil millones de pesos, de acuerdo con la Cámara Nacional de Comercio. Si bien la derrama monetaria es muy importante para un periodo de tiempo tan corto, no hay que olvidar que es en realidad la época decembrina la que pone a prueba al sistema económico.
Hablar del “Buen fin” es hablar del consumo en nuestro país. Es aquí donde una parte importante de los trabajadores realiza el gasto de los ahorros del hogar para comprar aquello que necesita, y lo que no necesita también, para beneplácito de la familia. Los enseres domésticos, como línea blanca, televisores y muebles, son lo más vendido. Sin embargo, poco se piensa en que el dinero utilizado para estas compras genera resultados muy importantes para el sistema económico en su totalidad.
El indicador mensual del consumo privado en el mercado interior, proporcionado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) a agosto de este 2023 nos dice que hubo un crecimiento marginal de apenas 0.4 por ciento. Muy poco, tomando en cuenta que el producto interno bruto nacional ha crecido en casi el mismo periodo 3.3 por ciento. Dicen que las comparaciones son burdas, pero en economía son muy útiles para tener una mejor perspectiva, sobre todo cuando no todos los indicadores se comportan de la misma manera. Este contraste o comparación lo hago porque se ha aplaudido mucho que el país crece en materia económica, pero en la parte del consumo no se da ese crecimiento. Este hecho puede interpretarse de dos maneras. La primera es que los salarios siguen siendo bajos o tan bajos que apenas contribuyen al crecimiento mediante el consumo. La segunda interpretación, si bien más complicada, es más plausible, que el sector externo y unos cuantos sectores de la economía son los que realmente tienen un alto volumen de producción y crecimiento y que no toda la economía está en ese tenor. Por ejemplo, el promedio del indicador de consumo citado anteriormente de los meses de enero a agosto nos da un resultado de 0.4 por ciento, sumamente bajo si tomamos en cuenta que el resto de los indicadores económicos muestra un sistema económico nacional muy abundante. Por ejemplo, una inflación de 4.26 por ciento a la segunda quincena de octubre, una tasa de desempleo de 2.81 por ciento al segundo trimestre, una variación porcentual de la tasa de ahorro negativa al segundo trimestre de -3.6 por ciento, por mencionar algunos.
El consumo se ha visto ralentizado principalmente por la caída del gasto público, que ha reducido considerablemente el volumen monetario en circulación ya que simplemente no se ha gastado. La pregunta es si ese dinero está en la reserva de la Secretaría de Hacienda o en qué parte del sistema gubernamental. La falta de inversión del gobierno federal en proyectos, fuera del Tren Maya, la refinería de Dos Bocas o el corredor del Istmo de Tehuantepec, ha provocado una reducción de circulante sobre todo en el norte del país. Aunque no hay datos para poder afirmar esta última aseveración, sí es evidente entre los empresarios que no hay “dinero”, hay problemas para cumplir plazos con los proveedores, los clientes no tienen la suficiente capacidad de pago, y ya hemos visto que algunas empresas han batallado para pagar sus nóminas a tiempo durante la huelga de trabajadores norteamericanos del sector automotriz. Insisto, hay crecimiento con consumo reducido y, como puede entenderse, muy poco margen de maniobra en casos de un ambiente económico complicado.
Ahora viene una etapa en que se suspenden las grandes inversiones, y algunas veces hasta las pequeñas. El próximo lunes empiezan las precampañas y con ello, empieza el enardecimiento del ambiente político y en consecuencia económico de la nación. Esta época al final de cada sexenio genera incertidumbre entre los actores económicos que esperan saber quién es el ganador o ganadora de la contienda para decidir qué hacer. Mientras tanto, el dinero permanece en los bancos, lo que ayuda a reducir la tasa de interés comercial por la abundancia de recursos, pero no se generan empleos. La gran mayoría de esos préstamos van exactamente al consumo, e incentiva la economía de corto plazo, hay ventas, se vacían los inventarios, pero no hay más inversión de capital ni más empleo. Este “Buen fin” dará inicio al mal ciclo de consumo que tendremos a partir de mediados de enero y hasta las elecciones presidenciales. Sin embargo, hay que entender que el consumo en México es parte vital del crecimiento, hay que recordar que el Producto Interno Bruto está compuesto del consumo, más la inversión, más el gasto de gobierno, más las exportaciones netas. Todo este conjunto de factores económicos, en combinaciones específicas, es lo que conocemos como México en términos económicos. Está claro que el gobierno contraerá deuda por 1.9 billones de pesos para obras de diversa índole, si las cuentas no fallan, a pesar del proceso electoral, México podrá crecer hasta un 2 por ciento en el PIB, dicen los expertos. Imagine usted si ese dinero se hubiera aplicado en años anteriores, podríamos habernos recuperado de la pandemia más rápido, mejorado la infraestructura carretera nacional, mejorado hospitales y haber reducido muertes innecesarias, pero sobre todo, el consumo no estaría tan reducido como lo ha estado este año, que se asume, ya no tenemos el problema de la pandemia, ni ningún otro por el momento.
Falta casi un trimestre completo de datos para saber exactamente cómo quedará la cifra de consumo final. Los datos dicen que al menos será positivo y podremos cerrar con un crecimiento neto de cuando menos un 1 por ciento, eso es un cálculo propio. Para 2024, el dato se espera sea menor y no rebase el 0.8 por ciento anual, que para una economía como la mexicana, eso es paupérrimo. Hay que reconocer que se ha aumentado el salario mínimo hasta 207 pesos diarios (20 por ciento el último año), que lo ganan 16 millones de mexicanos. Bien, pero no suficiente, porque el resto de los salarios no han tenido aumentos anuales mayores al 5 por ciento en promedio. A pesar de lo anterior, pedir que se aumenten los salarios ahora sería excesivo porque las empresas para 2024 enfrentan disminuciones de la jornada laboral, un doble aguinaldo, mayores aportaciones a las afores, incrementos en el impuesto sobre nóminas, por mencionar los costos más importantes. Todo lo anterior se va a transformar en inflación, es una relación lineal. Por ello, el consumo volverá a sufrir con inflaciones elevadas y una alta tasa de interés de referencia que hoy en día está en 11.25 por ciento. Mientras pedir dinero en México siga siendo tan caro, el consumo sufrirá porque somos un país de excelentes cifras económicas y pobres capacidades de compra.