El autor de obras como ‘La estanquera de Vallecas’ y ‘Bajarse al moro’, Llegó con 20 años al teatro y de ahí no se ha movido. Ahora tiene 80 y una energía y una inquietud que parecen no calmarse. “Por su amor a la comedia, su vasta trayectoria como dramaturgo y su gran labor de investigación en la teoría teatral”, José Luis Alonso de Santos ha sido distinguido con el Max de Honor 2022, los principales galardones de las artes escénicas españolas, según ha anunciado la SGAE, organizadora de los premios. El autor de obras como La estanquera de Vallecas (1981) y Bajarse al moro (1982) dice que se sigue levantando a las seis de la mañana para estudiar e investigar. Ahora le ha dado por la bioquímica, pero siempre ha sido un hombre orquesta. Tal vez por eso admite que su modelo desde joven fue Leonardo da Vinci, un hombre del Renacimiento. A lo largo de su carrera ha hecho de todo. Él dice que lo que ha hecho ha sido llenar maletas. Licenciado en Periodismo, fue actor, director de escena, productor, guionista de cine y televisión, impulsor de compañías de teatro independiente, profesor, investigador, director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, escritor. La lista es abrumadora, pero es quizás con el oficio de autor con el que se queda este hombre de teatro que siempre ha comparado su trabajo con el de un labrador del campo.
El Max de Honor es el último de la larga lista de premios con los que ha sido distinguido a lo largo de su carrera. Lo recibirá en la gala de entrega de la XXV edición de los premios, que se celebrará el próximo 6 de junio en el Teatro Principal de Maó (Menorca). “Creo que la coherencia y el sentido común han presidido mi carrera y quizás mis compañeros han reconocido eso, también mi profundo amor al teatro. Llevo toda mi vida en esto, unas cosas las he hecho mejor y otras peor, pero la verdad es que a mí el teatro me ha gratificado”, confesaba el martes Alonso de Santos en el hermoso patio de butacas del Teatro de la Comedia de Madrid.
“En el mundo del arte conviene no estar muy loco, aunque es lógico que sea un sitio al que acude todo aquel que siente algún desajuste, aquellos que sienten el martirio de la vida, porque el teatro cuenta desajustes con el mundo, dudas, crisis, emociones. Pero todo eso es una dimensión que puede valer o no para ser un creador, porque hay locura creativa y locura destructiva. El teatro tiene algo desenfrenado, aunque se le quiera cubrir con una capa de orden”, confiesa Alonso de Santos, nacido en una familia muy humilde de Valladolid, donde no había ni un libro. Cree de verdad que su afición por el teatro y la literatura se desarrolló en el instituto con los profesores. Él era un chico que casi no salía de casa y se pasaba el tiempo leyendo. “Me hice escritor porque me aprendí muchas obras de memoria y no valía ni para el deporte ni para el fútbol. Si lees mucho acabas siendo escritor” añade. Y ahí empezó su labranza en el campo del arte. “Vengo de una familia de labradores y entiendo bien lo del campo. Un día siembras, otro día riegas, llega una tormenta y se lo carga todo. Y lo que cosechas la gente se lo come. El teatro es igual. He ido sembrando lechugas, patatas, tomates y se las he ido dando al público. Lo mejor de la palabra cultura es su dimensión de cultivo, cultivar cosas para repartirlas. Yo cultivo palabras porque no sé cultivar patata. Soy un labrador”.
Aunque está detrás de un centenar de montajes y de más de 50 obras, de todo tipo de autores y épocas, el comité organizador de los Premios Max de las Artes Escénicas ha querido resaltar la contribución de Alonso de Santos al género de la comedia y su obsesión por acercar al teatro a nuevos públicos. Para este dramaturgo, la comedia es “un jardín para el espíritu y un paseo de flores”. “El humor es una manera de compensar el sufrimiento humano. Es como una medicina para el alma y yo me siento un boticario. No quiero hacer solo reír, sino depurar un poco el basurero”.
Calderón de la Barca es el autor ante el que se rinde Alonso de Santos. Desde que se inició hace más de 50 años con los autos sacramentales del dramaturgo del Siglo de Oro, no ha dejado de admirarle y amarle. “Yo he escrito La estanquera de Vallecas, pero por encima de todo amo a Calderón. Mi maestro de cabecera en cuanto a la manera de vivir y respirar ha sido Cervantes, pero mi maestro del lenguaje y del teatro sin duda es Calderón. Para mí, Calderón es como Mozart. La poesía calderoniana es pura música”, explica Alonso de Santos, que critica la falta de apoyo institucional y político que sufren las artes escénicas. “El teatro soporta ahora una censura económica tremenda. Hay que participar del gusto decretado por ciertos órganos y si no es así, no tienes nada que hacer”, se lamenta.