Dos cartas, dos finales 

LUIS HUMBERTO FERNÁNDEZ

La semana pasada hubo dos cartas que pasaron desapercibidas para la mayoría de los medios, pero que representan el fin de dos épocas. Por un lado, una carta de Javier Corral al PAN, en la cual renuncia a su militancia luego de 41 años; pero que, sobre todo, expide un acta de defunción al panismo coherente, ideológico y combativo que por varios años fue una fuerza política que le dio forma al poder.

La segunda carta es un comunicado del EZLN, con la cual el subcomandante Moisés, sucesor de Marcos, anunció la desaparición de su estructura civil en los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas y de las Juntas de Buen Gobierno. Ambos polos de la geografía política cierran ciclos.

Al zapatismo se le tiene que reconocer que fue la primera reacción contra el neoliberalismo, cuando en enero de 1994 lanzaron la Primera Declaración de la Selva Lacandona, el mismo día que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte durante el gobierno de Salinas, cuestionando las promesas de modernidad por un país más libre y democrático. Pero cometieron un error importante: no acercarse a un gobierno de izquierda con el que se pudo seguir avanzando en la lucha por los derechos en Chiapas. A casi 30 años del levantamiento de la guerrilla, las disputas de los grupos políticos y criminales en la región han obligado a la organización zapatista a replegarse y a buscar una nueva estructura para mantener su autonomía.

Por el otro lado está el PAN, que se entregó a los intereses económicos y cambió su primogenitura por un plato de lentejas. En su carta, el exgobernador de Chihuahua recuerda a los viejos panistas de Ciudad Juárez, cuyo ejemplo de congruencia moral y amor por México lo inspiraron a luchar contra la injusticia, la corrupción y la simulación, reconociendo que aquel PAN ya no existe y que es sólo un recuerdo, pues se han enquistado la mentira y la hipocresía gracias a la mediocridad y cinismo de sus actuales líderes, cuya agenda contempla únicamente la defensa de sus propios intereses. Habrá quienes digan que exagero con lo del PAN pero, salvo Kuri en Querétaro y Vila en Yucatán, ¿qué figuras respetables les quedan?

Estos dos textos reconocen una realidad que es el gran cambio político en el país. Por un lado el Ejército Zapatista que ve su reivindicación contra el neoliberalismo, el racismo y el clasismo materializados por el gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, pero que no quisieron ser parte de este proyecto. Y por el otro lado, un PAN que traicionó su herencia y su esencia al desprenderse de su base ideológica, y no solo eso, fue a hermanarse con el adversario histórico que le dio su razón de ser, el PRI.

¿Qué pensarían Gómez Morín, Manuel Clouthier, Reyes Heroles y otros personajes históricos de ver caminando por la calle encueraditos, sin vergüenza, desnudos de cualquier principio ideológico, mostrando sus carencias y pobrezas morales e intelectuales al PRI y al PAN? Únicamente unidos por la ambición y la supervivencia, pero sobre todo, desprovistos de cualquier patriotismo. Estos dos textos abonan como argumentos poderosos a una conclusión importante: sólo a través de la Cuarta Transformación se puede lograr un cambio verdadero para un país más justo y próspero.

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